Manifiesto para salvar a Europa
El futuro de Europa pasa por España y Portugal
"Hispanidad para salvar Europa": el manifiesto de Alfonso Galdón para una civilización al borde del abismo.
Como si de una última proclama desde el corazón del naufragio se tratara, Alfonso Galdón , presidente nacional de Valores, ha lanzado un grito de combate que reverbera en los pasillos cada vez más desorientados del viejo continente. El manifiesto, con título inequívoco — Hispanic to Make Europe —, no es una declaración tibia ni un informe técnico: es una llamada a las armas culturales, un aldabonazo a las puertas de una Europa que, en palabras del propio autor, “ha dejado de saber quién es y de dónde viene”.
Galdón no se esconde . Sostiene con firmeza —con esa lucidez temeraria que hoy escasea en la política europea— que Europa está siendo desmantelada desde dentro por la trinidad oscura del nihilismo contemporáneo: el liberalismo salvaje, el multiculturalismo suicida y un marxismo decadente. "Un continente sin Dios", advierte, “se convierte en una civilización sin destino”.
En el corazón del manifiesto late una idea poderosa y, para algunos, provocadora: la hispanidad como salvación de Europa. Lejos de fórmulas economicistas o gestos políticamente correctos, Galdón propone una relectura radical de la inmigración: no desde la ingenuidad burocrática de Bruselas, sino desde Santo Tomás de Aquino, Aristóteles, y el Evangelio.
Según el texto, Europa debe recuperar el criterio de "afinidad moral y cultural" para definir su política migratoria. Es decir, dejar de fingir que toda inmigración es igual y apostar decididamente por el vínculo natural con Hispanoamérica: “comparten nuestra lengua, nuestra fe cristiana, nuestra visión del hombre, y nuestros valores civilizatorios”, escribe Galdón. La receta es clara: “una inmigración integradora y no segregadora, una inmigración que sume, no que fracture”.
El documento no rehúye lo polémico. Denuncia sin complejos la creación de “naciones paralelas islámicas” en el corazón de Europa y reivindica el derecho de los Estados a proteger el bien común, incluso con medidas firmes de control migratorio. “No es racismo —subraya en tres idiomas—, es responsabilidad”.
Apoyado por el *European Christian Political Party* (ECPP), el nuevo nombre del movimiento paneuropeo cristiano, Galdón aspira a que esta visión se traduzca en acción institucional. No se trata solo de nostalgia. Se trata —y esta es la fuerza política de su mensaje— de construir una alternativa real a la deriva decadente de las élites globalistas.
La apuesta es audaz: una Europa rejuvenecida por una inmigración culturalmente afín, liderada por España y Portugal, y sostenida sobre el humanismo cristiano que alguna vez iluminó el mundo desde Salamanca, París o Roma. En una frase que podría firmar Donoso Cortés o Unamuno, Galdón cierra el manifiesto con una imagen que resume toda su propuesta: “Una Europa sin hijos, que pide a gritos ser fecundada por los valores que la hicieron luz del mundo”.
En tiempos de confusión moral y de algoritmos que gobiernan sin alma, la voz de Alfonso Galdón resuena como una advertencia profética… o como el inicio de una reconquista cultural.